Ante el 26J. Mirando a Europa y buscando el desempate

JAIME PASTOR

2016-06-19 01 reparto-de-escanosCuando entramos en la última semana de campaña electoral, parece ya innegable que, pese a los esfuerzos de la mayor parte de las candidaturas por hablar poco de las “líneas rojas” que quiere seguir imponiendo la troika (recortes de más de 8.000 millones de euros y multa por incumplimiento del déficit), el referéndum del 23J en Gran Bretaña ha puesto la cuestión del futuro de la Unión en el centro de la agenda política. En efecto, sea cual sea su resultado y más allá de las consecuencias económicas que vaya a tener, no es difícil prever que el proyecto de “más Europa” va a pasar a mejor vida confirmando definitivamente el parón. Con él, también la tendencia a una geometría cada vez más variable en la UE buscando al mismo tiempo la preservación de la unidad de la eurozona: la primera, limitándose a ser un bloque comercial (justamente en momentos de negociación del TTIP con EE UU) y la segunda, tratando de asegurar una mayor cohesión interna a través de nuevos pasos (en medio de crecientes tensiones entre países del Norte y del Sur y entre Bruselas, Frankfurt y Berlín), hacia un federalismo autoritario.

A todo esto hay que añadir las protestas en Francia contra la contrarreforma laboral en un país clave de la Unión y de la eurozona; precisamente cuando a las críticas de las políticas austeritarias por ineficaces se adhiere ahora también la OCDE. Es cierto que no va a ser fácil hacer retroceder a quienes han dictado esas políticas y esa ley, a cuyo servicio está François Hollande, como se recordaba en un artículo reciente/1, pero es ya evidente que no es solo en los países del Sur donde el rechazo a las mismas se va extendiendo. Mientras tanto, la tragedia de la crisis de los derechos de refugio y asilo continúa y con ella la vergüenza de una Europa solo preocupada por chantajear a los gobiernos de países vecinos del Sur, obligándoles a crear más campos de concentración a cambio de sus “ayudas al desarrollo”. Así, siguen haciendo oídos sordos a lo que nos recuerda la poeta somalí Warsan Shire: “Nadie deja su hogar hasta que su hogar/se convierta en una voz sudorosa en tu oído/diciendo:/’Vete,/corre lejos de mí ahora./No sé en qué me he convertido/pero sé que cualquier lugar/es más seguro que éste”.

Dentro de ese clima de incertidumbre sobre el futuro de la Unión nos encontramos también con la que se mantiene respecto a los resultados del 26J. Con todo, la mayoría de las encuestas coinciden en anunciar una relativa repetición del escenario que salió del pasado 20 de diciembre. Con la diferencia de que puede haber una mayor abstención, en beneficio del PP y en detrimento del PSOE, pero a su vez con la posibilidad real de que Unidos Podemos (UP) se convierta en la segunda fuerza política, aunque dado el sistema electoral persiste la duda de la relación votos-escaños entre PSOE y UP. No tenemos datos sobre los posibles resultados en el Senado, si bien es de temer que, teniendo en cuenta el sistema prácticamente mayoritario de elección, no logremos impedir la presencia en esa desprestigiada institución de una mayoría con capacidad de bloqueo a un “cambio” democrático de la Constitución, función por cierto para la que realmente fue creada.

Pese a que existe un alto porcentaje del electorado que no ha decidido su voto, parece muy probable que al final las opciones de gobierno se sitúen entre la alternativa que protagoniza el PP, por un lado, y la que representa UP, por otro. Por tanto, previendo cuál va a ser la correlación de fuerzas en el nuevo parlamento, las alianzas y pactos van a ser de nuevo imprescindibles para la formación de un nuevo gobierno y, de ese modo, evitar unas nuevas elecciones, sin que ello vaya a garantizar en absoluto una legislatura de cuatro años.

En ese posible escenario, la clave de la investidura de un nuevo gobierno va a estar en lo que pueda hacer el PSOE mediante su voto a favor o la abstención, ya sea respecto al PP o a UP. Sin embargo, los dirigentes del PSOE siguen resistiéndose a reconocer esta polarización del electorado, suficientemente demostrada en esta campaña: por un lado, la que se está dando entre las fuerzas que estén dispuestas a permitir la continuidad de unas elites corruptas y de las políticas austeritarias de la eurozona (y que el PSOE ha compartido hasta ahora), y, por otro, las que apuesten por avanzar hacia la ruptura con ambas. Esa polarización es la que está llevando al estrechamiento de ese idealizado espacio del “centro” en el que en estas elecciones quería todavía moverse el PSOE, a diferencia de Ciudadanos, cuyo líder ha optado por desvelar su verdadera cara de una derecha ultraliberal y centralista, cada vez más beligerante contra Podemos por temor a perder votos en beneficio del PP.

Un reciente artículo de Susana Díaz en El País confirma su obstinación ante esa evidencia reiterando su negativa a cualquier acercamiento a UP ya que, de hacerlo, “la socialdemocracia corre el riesgo de abandonar sus cuarteles y sus fundamentos para acogerse al discurso de los alternativos, dejando a estos el campo libre”/2. Una posición, por cierto, que contrasta con las tímidas aperturas que se manifiestan desde dirigentes socialistas en Catalunya hacia En Comù Podem y con lo que parece expresar una parte significativa de su propio electorado. Habría que preguntarse qué entiende esta dirigente andaluza por “cuarteles” (¿no serán más bien los privilegios acumulados de una elite que en los ERE de Andalucía tiene su mayor vergüenza y que además se resiste a renunciar a las “puertas giratorias?) y por “fundamentos” (no, desde luego, los de un ideario socialista al que hace décadas que renunció un partido en el que cada vez pesan más los “arribistas” y menos los y las “creyentes”, pese al respetable esfuerzo del sector crítico que encabeza José Antonio Pérez Tapias).

 A esa desconfianza ante un programa que, efectivamente, se puede calificar de socialdemócrata, se suma además el miedo a que si llega a gobernar UP, esta formación pueda destapar nuevos escándalos de la corrupción sistémica que se ha ido extendiendo prácticamente desde la “Transición” para llegar a su apogeo con la burbuja inmobiliaria y especulativa de la pasada década. No cabe duda que queda mucho por sacar a la luz, como ya estamos viendo en muchas Comunidades Autónomas y ayuntamientos, entre ellos el de la capital del Reino, y por eso tampoco sorprende el temor de Rajoy y compañía a que los aforamientos sean cosa del pasado.

Por eso la primera batalla después del 26J será la de la interpretación de sus resultados: ¿se analizarán los mismos en función de la posible conformación de una nueva mayoría antiPP, antiausteritaria y anticentralista o, por el contrario, mediante la suma de votos y escaños de un bloque defensor del régimen, autodenominado de “fuerzas constitucionalistas”, dispuesto a impedir acceder al gobierno a esas fuerzas alternativas a las que tanto teme Susana Díaz? Por ahora, los dirigentes del PSOE parecen inclinarse por el segundo eje de lectura, poniendo solo como condición la renuncia de Rajoy o la búsqueda de presuntos “independientes” a gusto de la nueva triada PP-PSOE-C’s.

De llegar a plasmarse esta hipótesis, nada fácil por cierto pero por la que sin duda apuestan los grandes poderes económicos, podríamos encontrarnos ante un choque abierto con lo que, salvo para quienes no quieran verlo, se habrá expresado muy probablemente en las urnas: la voluntad de echar al PP del gobierno por parte de una clara mayoría del electorado y la firme decisión de emprender un nuevo rumbo por el camino de la conquista de la democracia –económica, social, política, ambiental, ciudadana e internacional-, como aparece en los “50 pasos para gobernar juntos” acordados en UP. Un programa común en el que hay muchos pasos a concretar, como el que afecta a la lucha contra la deudocracia/3, y otros que cabe echar en falta, pero que en caso de llegar al gobierno deberían ser un punto de partida para caminar, junto con los millones de personas que le habrán dado su voto este 26J, hacia una confluencia mayor todavía, la de los distintos pueblos del Estado en un proyecto común (ya sea federal y/o confederal), desde el respeto a la libre decisión sobre su futuro de aquellos que, como Catalunya, la reclamen. Mediante la autoorganización y el empoderamiento crecientes de nuestros pueblos, los de aquí y los de fuera, no deberemos regatear esfuerzos por responder a esta excepcional oportunidad histórica haciendo frente con éxito a la enorme resistencia que vendrá desde quienes representan al despotismo oligárquico vigente hoy en estas tierras y en esta Europa.

18/06/2016

Jaime Pastor es profesor de Ciencia Política de la UNED y editor de VIENTO SUR

Notas:

1/ “Orgullo y reformas”, El País, 18/06/16

2/ Martine Orange, “La alargada sombra de Europa en la Reforma laboral”, Viento Sur, 17/06/16, http://www.vientosur.info/spip.php?article11388

3/ Me remito al Manifiesto “El nuevo gobierno debe auditar la deuda pública con activa participación ciudadana”, Público, 14/06/16, http://www.publico.es/actualidad/decenas-activistas-politicos-e-intelectuales.html